sábado, 28 de julho de 2012

Yo no aceptaba un NO de Dios


Quiero compartir mi experiencia, y a través de ella ayudar a alguien, comienza así…

Me convertí a los 13 años, fui levantada a obrera a los 14, desde entonces nació en mí el deseo de hacer la obra de Dios en el Altar, veía a las esposas de pastores y admiraba el bellísimo trabajo en el cual yo también soñaba en hacer parte. Siempre decía a Dios: “Mi Dios mi vida Le pertenece, haga lo que Usted quiera y yo voy a obedecer en todo”.

Pasaron años y el deseo crecía y ardía dentro de mí, hasta que con 19 años conocí a un pastor y, entonces comenzamos a orar, para mí era un sueño que se estaba realizando, era muy importante para mí, di mucha importancia a eso que agarré esa bendición con todas las fuerzas y, siempre hablando con Dios: ¡Oh Dios! Haga Su voluntad, hable conmigo y yo voy a obedecer en todo.

Con 4 meses el regional nos orientó para terminar, pues éramos de la misma edad, fue un shock para mí, ¡nunca lo imaginé! ¡Yo pensaba en casarme con el primero!

Pero a pesar de la dirección dada decimos continuar en la fe, comprometidos uno con el otro, la voz del sentimiento fue más alta, continuamos conversando como si nada hubiese sucedido, y siempre hablando con Dios y, pidiéndole para que nos muestre si era o no Su voluntad, si él era el que Dios había escogido para mí.

El tiempo fue pasando y continuábamos con la idea de que Dios iría a tocar en el obispo y cambiaría de idea a nuestro respecto, pero el tiempo pasaba y nada sucedía hasta que el regional fue cambiado. Me acuerdo de una oración sincera que le hice a Dios, y hablé que no quería equivocarme, que Dios me mostrara, hiciera alguna cosa si eso no Le agradaba a Él. Al otro día el regional me llamó para una entrevista, le conté mi caso, él me aconsejó, dijo que yo no estaba obedeciendo la dirección, pues el altar solo funciona con obediencia y, que yo no estaba lista para el Altar.

¡En el momento me quedé impresionada! ¿Cómo puede decir eso? ¡Él no me entendió! Ese siempre fue mi sueño, pensé.
Continué luchando contra la voluntad de Dios, hacía innúmeros propósitos con Dios para que nos muestre la respuesta cierta, sin saber, mejor dicho, no queriendo aceptar que Dios ya había mostrado, pero Su voluntad contrariaba a la mía, Dios respondía a todos los propósitos, pero no aceptaba el NO, yo quería el SI, yo pensaba: ¡Mi Dios, él y yo tenemos los mismos planes! ¡Los mismos objetivos! ¿Cómo puede no ser de Dios?

Yo no aceptaba, yo no quería negar el sentimiento, aunque no confesara, pero era de hecho lo que sucedía. Pasó un año, el obispo fue cambiado, vino la Hoguera Santa por la vida sentimental, hicimos, y pedimos el sí de Dios. Hasta que el regional de él pidió la ficha para llevarle al obispo, fue una alegría, mi Dios. ¡Hasta que al fin!

Yo decidí, ¡vamos a acabar con eso! Era la última chance, yo estaba decidida, lo que el obispo hablara era lo que íbamos a hacer. El obispo orientó: ¡olvide! El corazón como siempre no quiso aceptar, pero yo estaba decidida, fui fuerte y dije no, no voy a insistir más en eso, se acabó, ya no quiero. Vinieron muchos pensamientos contrarios, pero no dejé que dominaran. Ésta vez el corazón no iba a decidir por mí, fue muy duro, lloré, sufrí, pues de hecho lo amaba mucho, pero entendí que yo era Abraham y él era Isaac a quien tenía que colocar en el Altar, pero al contrario de Abraham yo negué y oí al sentimiento, fui víctima del corazón varias veces… a veces me venían los recuerdos pero ya no los quería pues fue un año luchando contra la voluntad de Dios.

Ahora entiendo que, quien desea servir y agradar a Dios, debe obediencia en todo, pues Dios es Padre, y todo padre sabe lo que es bueno para el hijo, aprendí a no ser guiada por el corazón.
Espero haber ayudado a muchas amigas con mi experiencia.

Dios les bendiga, Joelma Bastos.

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